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LA PACIENCIA ES UN MÚSCULO QUE TAMBIÉN SE ENTRENA

LA PACIENCIA ES UN MÚSCULO QUE TAMBIÉN SE ENTRENA

La paciencia es un músculo que también se entrena

7 formas para ejercitarla en el día a día

 

¿Te desesperan los anuncios que aparecen cuando vas a ver un vídeo? ¿Te pone de los nervios tener que esperar una larga cola para pagar la compra? ¿Te molesta que te interrumpan cuando estás explicando algo en una reunión? ¿Y que tu jefe te diga “ponte con esto, es urgente, lo necesito para ayer”?

Sí, hay muchas cosas que acaban con nuestra paciencia. Y a lo largo del día, se van sumando una tras otra. Y así cada día de la semana y cada semana, hasta el punto de generar que vivamos en un estado de ansiedad que afecta, no sólo a nuestro ámbito personal, sino también a nuestra forma de trabajar.

En demasiadas ocasiones, pensamos que casi todo se tiene que hacer más rápido, actuamos de forma apresurada, reducimos a la mínima expresión el tiempo dedicado a escuchar de verdad, a entender a los otros, a comprender las situaciones. Y acabamos comportándonos incluso con arrogancia. Vamos tan orientados a la acción, que lo queremos todo inmediatamente, tanto que nos estamos convirtiendo en seres impacientes. Y la impaciencia tiene consecuencias negativas en los resultados, porque nos lleva a tomar decisiones apresuradas, cuando estamos bajo presión, y también a reducir nuestro rendimiento.

La buena noticia es que la paciencia también se puede entrenar. A continuación, propongo 7 formas de ejercitarla:

  1. ADELANTAR LA ALARMA DEL DESPERTADOR. Empezar el día unos minutos antes, cada uno los que necesite. ¿Para qué? Para elaborar o revisar la lista de cosas que queremos hacer en el día. Esto nos ayuda a tener una visión más global de lo que queremos que ocurra y de los temas que queremos resolver. Y así lo afrontamos con la calma, que nos da el mirar las cosas con perspectiva.
  2. PRACTICAR LA CORTESÍA. No interrumpir o terminar las frases de los demás. Dejar que expresen sus argumentos y luego gestionarlos. También es importante observar nuestro lenguaje no verbal, porque delata nuestra impaciencia. Y hay que tratar de cambiarlo por una gestualidad más serena. Esto facilita la comunicación con los demás y también nos ayuda a no perder el control cuando estamos bajo presión.
  3. ESCUCHAR MÁS DE LO QUE HABLAMOS. Recordemos aquello de que “la naturaleza nos dio dos orejas y sólo una boca, con el objetivo de escuchar el doble de lo que hablamos”. Las personas impacientes siempre dan respuestas y soluciones muy pronto. Es mejor pensar en las preguntas que se deberían responder para resolver los problemas con los que nos encontramos. Y escuchar a las personas con las que trabajamos, qué es lo que tienen que decir sobre ello. Las personas pacientes obtienen buena información, porque dedican tiempo a escuchar a los otros y con buena información toman mejores decisiones.
  4. TENER CLAROS LOS OBJETIVOS. En las situaciones complicadas, guiarnos por nuestros objetivos nos ayudará a pensar con claridad sobre cuál es nuestra mejor opción, la que nos acerca a esas metas. Y así podremos gestionar la paciencia necesaria para priorizar y salir de dichas situaciones con éxito.
  5. FOCO EN LA SOLUCIÓN. Cuando las cosas no salen como esperamos o como necesitamos, es muy recomendable dejar de pensar en todo lo que nos falta o en lo que queremos evitar y concentrarnos en lo que queremos conseguir. Si pensamos en cómo encontrar una solución, pondremos toda nuestra energía en ello y acabaremos encontrando una forma de gestionarlo.
  6. ANTE TODO CALMA. Ante las situaciones complicadas, las que pueden acabar con nuestra paciencia, es bueno contar hasta diez. Eso nos permite recuperar la serenidad para gestionar estas situaciones con mayor claridad mental y ser más certeros en la solución.
  7. NO TOMAR LAS COSAS COMO ALGO PERSONAL. Si sentimos como personales las cosas que nos ocurren, entonces necesitamos entrar en conflictos para tener la razón y eso nubla nuestra capacidad de mantener la calma.

“La paciencia no es pasiva; por el contrario, es activa; es fuerza concentrada” 

Edward G. Bulwer-Lytton

 


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Alexandra Tapia

Socia de TALENT PROFITS

LinkedIn: in/alexandratapia

Twitter: @alexandratapiac

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LA CALIDAD DE LAS DECISIONES

LA CALIDAD DE LAS DECISIONES

La calidad de las decisiones

Modelo basado en 5 pasos

En el día a día, tomamos decisiones constantemente, grandes y pequeñas. En nuestro área de responsabilidad profesional, demasiadas veces, tomamos decisiones con escasa información. Y nuestra verdadera aportación de valor en la empresa está en la capacidad para tomar buenas decisiones.

Cuando el impacto económico de una decisión es bajo y además se puede corregir con facilidad, podemos trabajar con mayor rapidez en el proceso y hay que inyectarle agilidad a nuestra forma de hacerlo. Pero cuando se trata de decisiones de mayor calado, deberían tenerse en cuenta varios elementos:

  1. Entender bien y definir cuál es el problema u oportunidad, que requiere de nuestra decisión. En demasiadas ocasiones, nos lanzamos a la toma de una decisión, sin tener bien definido el asunto sobre el que estamos tomando acción y esto hace que tengamos que estar haciendo correcciones a posteriori, que son más costosas que el tiempo dedicado a definir el problema. De hecho, hay estudios que demuestran que definir el asunto y tomar acción sobre él se producen casi de forma simultánea.
  2. Realizar un análisis objetivo de la situación. Si entendemos bien las causas, incluso los problemas ocultos, nos resultará más fácil encontrar alternativas. Muchas veces, la excusa de la urgencia del día a día, nos lleva a analizar la información, en función de una decisión que tenemos ya tomada. Es decir, hacemos el proceso al revés para justificar lo que intuitivamente creemos que hay que hacer, de modo que nos quedamos en soluciones que ya hemos utilizado en el pasado. Si es así, es preferible no dedicar un minuto más a analizar. Pero si queremos hacer las cosas bien, hagamos primero un análisis de la información de la que disponemos. Y hagámoslo siempre desde un equilibrio entre el analizar y el hacer, porque si queremos verlo todo claro antes de actuar, nunca vamos a decidir.
  3. Definir el objetivo. Qué es lo que queremos conseguir con esta decisión, dándole la mayor especificidad posible, y qué impacto va a tener. 
  4. Identificar las estrategias y planificar las acciones a llevar a cabo. Si hemos realizado bien los tres primeros pasos en este proceso, encontrar el modo de darle forma al camino a seguir es una tarea mucho más sencilla de lo que parece.
  5. Asegurarnos de su ejecución y evaluar el impacto. El seguimiento de nuestras decisiones también forma parte de la calidad de las mismas, porque es en el proceso de llevar a cabo la acción, cuando iremos observando dónde tenemos que hacer correcciones y las podremos realizar a tiempo. Y además, los aprendizajes enriquecerán decisiones futuras.

Este proceso requiere calma, foco y también experiencia, intuición y valentía. 

¿Estamos generando los entornos profesionales adecuados para poder trabajar de este modo?

“Si siempre tomas la decisión correcta, la segura, la que toma todo el mundo, siempre serás lo mismo que todos los demás”

Paul Arden

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Alexandra Tapia

Socia de TALENT PROFITS

LinkedIn: in/alexandratapia

Twitter: @alexandratapiac

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