Me cuesta utilizar este espacio para hablar de lo que siento. Pero vivimos una situación tan insólita, que ahora necesito plasmarlo en estas líneas.
Pertenezco a una generación que ha pasado por muchas cosas retadoras e increíbles en nuestro desarrollo profesional y personal, pero nunca nos había tocado vivir algo de un impacto tan profundo, tanto que creo que va a marcar nuestras vidas para siempre. La pandemia del COVID-19 nos tiene confinados y privados de nuestras libertades para lograr un bien mayor: proteger vidas. Y si mi confinamiento supone tan sólo una única vida que no estoy poniendo en riesgo, de un desconocido con el que me hubiera cruzado un instante y con el que probablemente nunca volvería a coincidir, bien merece la pena.
Pero cuando todo esto pase, confío en que no sea un final más y volvamos a lo de siempre, sino que sea el principio de un tiempo nuevo, en el que la guerra contra este virus haya iniciado un auténtico reajuste de la forma en la que vivimos y nos relacionamos.
Estos días para mí están siendo intensos. No soy de lágrima fácil y, sin embargo, ahora me hacen llorar los detalles más pequeños y las grandes cifras también. Son lágrimas de tristeza por el impacto en vidas que no han logrado salvar nuestros sanitarios, a pesar de sus esfuerzos, por las personas que están muriendo en soledad, sin poder despedirse de sus seres queridos, por las enormes dificultades con las que están teniendo que hacer su trabajo todo el personal sanitario, con falta de respiradores, equipos de protección y tantas otras cosas que necesitan, por el riesgo que están asumiendo nuestros policías, nuestra guardia civil, nuestros soldados y todas las personas que están trabajando para garantizarnos unos servicios básicos. Son lágrimas de rabia e impotencia por la falta de liderazgo, previsión, visión estratégica y altura de miras de nuestros dirigentes políticos en la gestión de esta crisis. Y también son lágrimas de alegría y orgullo de pertenencia, cuando veo tantos ejemplos de solidaridad en nuestro país y tanto ingenio y humor del bueno.
Supongo que todo esto me está removiendo por dentro, como nunca antes.
Sé que el día que vuelva a salir a la calle libremente, cuando vuelva a no tener miedo a un beso, al calor de un abrazo, al contacto de la piel de otra persona, hay cosas que no voy a olvidar. No quiero olvidar esta sensación de dedicar tiempo a las personas importantes de mi vida. No quiero olvidar esa parte buena del ser humano, que está aflorando tan intensamente en este momento. No quiero olvidar la importancia de valorar las cosas sencillas. No quiero olvidar esta voluntad de proteger a nuestros mayores. Y pienso mostrar mi gratitud a todas aquellas personas que hagan algo, por pequeño que parezca, para hacer nuestra vida más fácil. Pienso ser más solidaria. Y pienso sonreír mucho más que antes.
Sé que la vuelta no será fácil y espero que salgamos diferentes a como entramos. Ojalá seamos capaces de afianzar todo esto que el maldito virus nos está haciendo aprender y volvamos a ser como aquellas tribus del pasado, en las que unos cuidaban de otros, porque hemos aprendido que nuestro enemigo no es nuestro compañero de trabajo o nuestro vecino y porque hemos recordado que los más vulnerables también merecen nuestra atención y nuestra protección.
Alexandra Tapia
Socia de TALENT PROFITS
LinkedIn: in/alexandratapia
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¿Te has visto en la situación en la que un compañero te pide ayuda constantemente y tú siempre se la proporcionas? ¿Cada vez que tu jefe te pide algo urgente, sientes que tienes que dejarlo todo y resolver su urgencia? ¿Dices que sí a todos menos a ti mismo? Si es así, es evidente que estás teniendo dificultades para decir no y te estás poniendo a ti en el último lugar.
A muchos les pasa que se sienten culpables por no hacer lo que les están pidiendo. Hay quienes llevan su sentido de la responsabilidad a tal extremo, que creen que tienen que arreglarlo todo ellos. Hay personas que creen que tienen que decir sí a todo el mundo, como forma de quedar bien y agradar.
Sin embargo, saber decir no es una forma de conseguir que los demás respeten nuestro tiempo, nuestras prioridades, nuestros objetivos, nuestro espacio y nuestros criterios. Es una forma de afianzar nuestra autoestima y también es una habilidad necesaria para trabajar poniendo el foco en la consecución de los resultados.
A continuación, resumo 5 pasos que funcionan en el proceso de aprender a decir no:
Cuando llevamos años diciendo sí a los demás, a costa de relegar nuestras prioridades a un último lugar, cambiarlo y empezar a decir no, es un giro que no es fácil. Pero merece la pena probar a hacerlo de un modo diferente, porque suele proporcionar mejores resultados a los que lo practican.
“Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no”.
Gabriel García Márquez
Alexandra Tapia
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¿Te desesperan los anuncios que aparecen cuando vas a ver un vídeo? ¿Te pone de los nervios tener que esperar una larga cola para pagar la compra? ¿Te molesta que te interrumpan cuando estás explicando algo en una reunión? ¿Y que tu jefe te diga “ponte con esto, es urgente, lo necesito para ayer”?
Sí, hay muchas cosas que acaban con nuestra paciencia. Y a lo largo del día, se van sumando una tras otra. Y así cada día de la semana y cada semana, hasta el punto de generar que vivamos en un estado de ansiedad que afecta, no sólo a nuestro ámbito personal, sino también a nuestra forma de trabajar.
En demasiadas ocasiones, pensamos que casi todo se tiene que hacer más rápido, actuamos de forma apresurada, reducimos a la mínima expresión el tiempo dedicado a escuchar de verdad, a entender a los otros, a comprender las situaciones. Y acabamos comportándonos incluso con arrogancia. Vamos tan orientados a la acción, que lo queremos todo inmediatamente, tanto que nos estamos convirtiendo en seres impacientes. Y la impaciencia tiene consecuencias negativas en los resultados, porque nos lleva a tomar decisiones apresuradas, cuando estamos bajo presión, y también a reducir nuestro rendimiento.
La buena noticia es que la paciencia también se puede entrenar. A continuación, propongo 7 formas de ejercitarla:
“La paciencia no es pasiva; por el contrario, es activa; es fuerza concentrada”
Edward G. Bulwer-Lytton
Alexandra Tapia
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En el día a día, tomamos decisiones constantemente, grandes y pequeñas. En nuestro área de responsabilidad profesional, demasiadas veces, tomamos decisiones con escasa información. Y nuestra verdadera aportación de valor en la empresa está en la capacidad para tomar buenas decisiones.
Cuando el impacto económico de una decisión es bajo y además se puede corregir con facilidad, podemos trabajar con mayor rapidez en el proceso y hay que inyectarle agilidad a nuestra forma de hacerlo. Pero cuando se trata de decisiones de mayor calado, deberían tenerse en cuenta varios elementos:
¿Estamos generando los entornos profesionales adecuados para poder trabajar de este modo?
“Si siempre tomas la decisión correcta, la segura, la que toma todo el mundo, siempre serás lo mismo que todos los demás”
Paul Arden
Alexandra Tapia
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Para mí, que he desarrollado la mayor parte de mi carrera profesional en el área de Marketing, en compañías que operaban desde una perspectiva altamente estratégica, siempre han merecido una alta valoración las personas con pensamiento estratégico. Y he tratado de rodearme de estos perfiles.
No sólo en el terreno del Marketing es importante esta competencia; en todo el ámbito de negocio es vital desarrollar el pensamiento estratégico, como eje de nuestra forma de trabajar.
Las personas con esta competencia piensan de forma global, analizan múltiples elementos y efectos de un tema y los proyectan a medio y largo plazo.
Las personas con pensamiento estratégico son lo que llamaríamos personas sofisticadas. ¿Por qué? Porque las estrategias y las distintas perspectivas no suelen surgir de una mente que no esté formada, sino que vienen de una mente que está preparada y que ha recibido la influencia de distintas experiencias, intereses, vivencias, etc. Para trabajar con la perspectiva que requiere el pensamiento estratégico es necesario tener diversidad y amplitud de conocimientos, porque eso ayuda a poder realizar las distintas conexiones que requiere esta competencia.
Como casi todo en la vida, ésta es una habilidad que se puede entrenar.
A continuación, propongo algunas claves para practicarlo en el día a día:
Entrena cada día esta competencia, porque te ayuda a pensar en términos de resultados.
“La táctica consiste en saber qué hacer cuando hay algo que hacer. La estrategia, en saber qué hacer cuando no hay nada que hacer.”
Savielly Grigorievitch
Alexandra Tapia
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Hoy, 16 de enero, es el Día Internacional de Los Beatles. Casi 6o años después de su creación, siguen siendo considerados como uno de los mejores grupos de la historia de la música. Muchos dirán que el mejor. Cerca de 30 números 1 y millones de discos vendidos los han convertido en una leyenda. Ellos ya son eternos.
Cuando alguien es capaz de alcanzar la gloria y perdurar en el tiempo de la forma en que ellos lo hicieron, merece la pena explorar un poco más para entender qué podemos aprender para llevarlo a nuestro equipos.
Desde mi punto de vista, hay 6 elementos clave sobre los que podemos establecer un paralelismo:
“Lo de los trajes nos convirtió en una sola persona. Éramos un monstruo de cuatro cabezas»
Paul McCartney
Alexandra Tapia
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FOTO DESTACADA: Portada del disco de The Beatles Abbey Road Apple Corp.
Llevamos varios días sintiendo que ya casi es Navidad, preparando nuestras casas, iluminando nuestro entorno, organizando los encuentros familiares y la ilusión de nuestros niños. Vivimos estos días con entusiasmo, generosidad, ilusión y cariño.
Es el momento perfecto para desear a nuestros amigos, familiares, compañeros, clientes, etc. lo mejor para estas fechas y para el esperado 2020.
Yo voy por la ciudad, veo la decoración de los escaparates, las calles y vuelvo a sentir esas cosas tan maravillosas que nos hacen humanos, ahora más que en ninguna otra época del año. Y sí, quiero creer que si miras bien, hay elfos.
Hay elfos en todas las personas que hacen que nuestras vidas sean mucho más fáciles que en cualquier otra parte del planeta. Hay elfos en nuestros seres queridos, que lo dan todo para que estas fechas vuelvan a ser inolvidables. También creo que hay elfos en esos compañeros de trabajo que nos regalan una sonrisa y son solidarios con nosotros, cuando las cosas se complican, que “haberlos haylos”. Creo que hay elfos también en cada uno de nosotros, cada vez que somos generosos, amables, agradecidos, cada vez que ayudamos a un compañero en nuestro trabajo y cada vez que tratamos a las personas que nos rodean con amabilidad. A veces, el día a día nos invade y no nos permite aflorar todas estas buenas cualidades. La parte positiva es que en estas fechas tenemos una mayor predisposición. ¡Pues, aprovechemos este entorno para sacar esas conductas!
Yo, como dice la niña del spot, creo que :
“Si miras bien hay elfos. Mira bien, sí hay elfos. Mírate, eres elfo”.
Feliz Navidad y que 2020 sea un gran año para todos
Alexandra Tapia
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A pocos días de la Navidad, estamos en ese mes en el que aflora nuestra solidaridad. Participamos en recogidas de alimentos, donaciones de juguetes, etc. Nos sentimos impregnados por los mensajes y sentimientos de generosidad y cercanía humana.
Tenga o no un componente de consumismo, propio de la sociedad en la que vivimos, mi propuesta es que aprovechemos la ola, en la que nos subimos en estas fechas, para reforzar también la solidaridad con nuestros equipos de trabajo.
La solidaridad significa dar sin esperar nada a cambio. Se trata de un valor transversal en un equipo de trabajo. Ser solidario es algo que parte de uno mismo y también es una decisión que genera bienestar individual y ayuda al mejor funcionamiento de los equipos. Cuando somos solidarios son sentimos útiles. Supone entender a los demás y también significa compartir. La solidaridad implica respeto mutuo. Para que surja la solidaridad en los equipos, son necesarios la generosidad y el compromiso.
Los equipos de alto rendimiento se caracterizan, entre otras cosas, por la solidaridad entre sus miembros.
Con estos 4 sencillos pasos, empezaremos a hacer de la solidaridad una verdadera forma de relacionarnos con nuestros compañeros durante todo el año, no sólo en estas fiestas.
“Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos”.
Apuleyo
Alexandra Tapia
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Hace unos días, cuando impartía un curso de Liderazgo, hablábamos de la importancia de dar las gracias. Pero dar las gracias de verdad, sintiéndolo de corazón y mostrándole verdadera gratitud al otro. Y uno de los participantes nos contaba que ha trabajado durante más de diez años con el mismo jefe y no recordaba cuál era la última vez que éste le había dado las gracias. De hecho, pensaba que no había habido una primera vez, siquiera. Y el colmo es que, incluso, este jefe solía recordar a sus colaboradores que “es de bien nacidos el ser agradecidos”.
Hay mucha gente que lo tiene todo y no es feliz. Probablemente, porque no están agradecidos por lo que tienen.
En el entorno profesional, nos dejamos llevar por la competitividad. Y parece que estamos abocados a ello, sin remedio, para sobrevivir en este entorno, a veces hostil, que nos ha tocado vivir. Sin embargo, yo estoy convencida de que las personas de éxito son aquellas que desarrollan el hábito de la cooperación. Y cooperación y gratitud suelen ir de la mano.
Tenemos la tendencia a fijarnos en lo que nos falta, en lo que no ha salido bien y nos cuesta fijarnos en los aspectos positivos de nuestro día a día o de las personas que nos rodean. Cuando pronunciamos la palabra “gracias” nos impregnamos de respeto. Sí, porque con nuestra gratitud mostramos respeto al otro y tratar con respeto a los demás es también una forma de respetarnos a nosotros mismos.
Cuando damos las gracias también generamos un vínculo. El otro se siente más comprometido.
El hecho de decir gracias hace que sintamos empatía por el otro. Pero es más, cuando damos las gracias nuestro cerebro se llena de endorfinas. Nos sentimos bien y este bienestar nos ayuda a tener pensamientos positivos. Lo que estamos haciendo es conectar circuitos neuronales que nos preparan para manejar mejor las situaciones difíciles. Se ha demostrado que expresar gratitud cambia la estructura molecular de nuestro cerebro y hace que la materia gris se mantenga en funcionamiento. Es decir, ayuda a mejorar nuestro bienestar y también nuestro rendimiento.
“Al expresar nuestra gratitud, nunca debemos olvidar que la mayor apreciación no es pronunciar las palabras, sino vivir de acuerdo con ellas”
John F. Kennedy
Alexandra Tapia
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